
CEM SONETOS DE AMOR
Data 10/06/2009 01:19:28 | Tópico: Sonetos
| Soneto XLI
Desdichas del mes de Enero cuando el indiferente mediodía establece su ecuación en el cielo, un oro duro como el vino de una copa colmada llena la tierra hasta sus límites azules. Desdichas de este tiempo parecidas a uvas pequeñas que agruparon verde amargo, confusas, escondidas lágrimas de los días hasta que la intemperie publicó sus racimos. Sí, gérmenes, dolores, todo lo que palpita aterrado, a la luz crepitante de Enero, madurará, arderá como ardieron los frutos. Divididos serán los pesares: el alma dará un golpe de viento, y la morada quedará limpia con el pan fresco en la mesa.
Soneto XLII
Radiantes días balanceados por el agua marina, concentrados como el interior de una piedra amarilla cuyo esplendor de miel no derribó el desorden: preservó su pureza de rectángulo. Crepita, sí, la hora como fuego o abejas y es verde la tarea de sumergirse en hojas, hasta que hacia la altura es el follaje un mundo centelleante que se apaga y susurra. Sed del fuego, abrasadora multitud del estío que construye un Edén con unas cuantas hojas, porque la tierra de rostro oscuro no quiere sufrimientos sino frescura o fuego, agua o pan para todos, y nada debería dividir a los hombres sino el sol o la noche, la luna o las espigas.
Soneto XLI
DESVENTURAS do mês de janeiro quando o indiferente
meio-dia estabelece sua equação no céu,
um ouro duro como o vinho de uma taça repleta
satura a terra até seus limites azuis.
Desventuras deste tempo semelhantes a uvas
pequenas que agruparam verde amargo,
confusas, escondidas lágrimas dos dias,
até que a intempérie publicou seus cachos.
Sim, germes, dores, tudo o que palpita
aterrado, á luz crepitante de janeiro,
madurará, arderá como ardem os frutos.
Divididos serão os pesares: a alma
dará um golpe de vento, e a morada
ficará limpa como o pão novo na mesa.
.............................................. Radiantes dias balançados pela água marinha, concentrados como o interior de uma pedra amarela cujo esplendor de mel não derrubou a desordem: preservou sua pureza de retângulo.
Crepita, sim, a hora como fogo ou abelhas e é verde a tarefa de submergir em folhas, até que para a altura é a folhagem um mundo cintilante que se apaga e sussurra.
Sede do fogo, abrasadora multidão do estio que constrói um Éden com algumas quantas folhas, porque a terra de rosto escuro não quer sofrimentos,
mas frescor ou fogo, água ou pão para todos, e nada deverá dividir os homens senão o sol ou a noite, a lua ou as espigas.
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