Soneto XXXVII
Oh amor, oh rayo loco y amenaza purpúrea,
me visitas y subes por tu fresca escalera
el castillo que el tiempo coronó de neblinas,
las pálidas paredes del corazón cerrado.
Nadie sabrá que sólo fue la delicadeza
construyendo cristales duros como ciudades
y que la sangre abría túneles desdichados
sin que su monarquía derribara el invierno.
Por eso, amor, tu boca, tu piel, tu luz, tus penas,
fueron el patrimonio de la vida, los dones
sagrados de la lluvia, de la naturaleza
que recibe y levanta la gravidez del grano,
la tempestad secreta del vino en las bodegas,
la llamarada del cereal en el suelo.
Soneto XXXVIII
Tu casa suena como un tren a mediodía,
zumban las avispas, cantan las cacerolas,
la cascada enumera los hechos del rocío,
tu risa desarrolla su trino de palmera.
La luz azul del muro conversa con la piedra,
llega como un pastor silbando un telegrama
y entre las dos higueras de voz verde
Homero sube con zapatos sigilosos.
Sólo aquí la ciudad no tiene voz ni llanto,
ni sin fin, ni sonatas, ni labios, ni bocina
sino un discurso de cascada y de leones,
y tú que subes, cantas, corres, caminas, bajas,
plantas, coses, cocinas, clavas, escribes, vuelves,
o te has ido y se sabe que comenzó el invierno.
Pablo Neruda
(✩ 12/07/1904 — † 23/09/1973)
Autores Clássicos no Luso-Poemas
Soneto - XXXVII
OH AMOR, oh raio louco e ameaça purpúrea,
me visitas e sobes por tua viçosa escada
o castelo que o tempo coroou de neblinas,
as pálidas paredes do coração fechado.
Ninguém saberá que só foi a delicadeza
construindo cristais duros como cidades
e que o sangue abria túneis inditosos
sem que sua monarquia derrubasse o inverno.
Por isso, amor, tua boca, teu pé, tua luz, tuas penas,
foram o patrimônio da vida, dos dons
sagrados da chuva, da natureza
que recebe e levanta a gravidez do grão,
a tempestade secreta do vinho nas cantinas,
a chama cereal no solo.
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Soneto - XXXVIII
TUA CASA ressoa como um trem ao meio-dia,
zumbem as vespas,cantam as caçarolas,
a cascata enumera os feitos do orvalho
teu riso desenvolve seu trinar de palmeira.
A luz azul do muro conversa com a pedra,
chega como um pastor silvando um telegrama
e, entre as duas figueiras de voz verde,
Homero sobe com sapatos sigilosos.
Somente aqui a cidade não tem voz nem pranto,
nem sem-fim, nem sonatas, nem lábios, nem buzina
mas um discurso de cascata e de leões,
e tu que sobes, cantas, corres, caminhas, desces,
plantas, coses, cozinhas, pregas, escreves, voltas
ou te foste e se sabe que começou o inverno.