Al compás de las lágrimas la palabra amanece, los versos son esclavos de un hondo y gran amor, de un amor muy lejano y que siempre florece aun estando cortado el tallo de la flor.
Un amor florecido, de profunda raíz, que navega en el sueño por un mar misterioso ha dejado en el alma tamaña cicatriz y la huella indeleble de un pasado dichoso.
Noche y día camino por los mismos lugares donde en tiempos remotos el mirar verdecía con la magia del Sol, con hechizos lunares, y el aliento del gozo, inconsciente, sentía.
El destino insensible me encamina al final o tal vez me eternice en estatua de sal.