La dignidad se reviste de muchas capitas,
que yo gano o pierdo, según el espejo que escojo para mirarme. Si yo cometo una barbaridad y me concedo la gracia del autoperdón, despreciando el hecho, tan solo por lo simple hecho de haber sido yo a cometerlo, perdo, en ese momento, una perciosa capita; Y aunque me duela el alma, jamás la reemplazaré
sfich